miércoles, 5 de noviembre de 2008

Amparo María Aguayo--Textos

EL DOLOR, LA PENA Y LA MISERIA DE PICASSO

Trancripción de la conferencia sobre Picasso presentada en noviembre de 2007

Hablar de la Época Azul de la obra de Pablo Picasso pasa, indiscutiblemente, por hacer referencia a su estancia en Barcelona y a su vinculación con el grupo de intelectuales que se encontraban en la taberna Els Quatre Gats (Los Cuatro Gatos). Recordemos que Picasso, nacido en Málaga, se traslada a La Coruña siendo un niño y, posteriormente, en 1895, a Barcelona donde su padre había conseguido una cátedra en la Escuela de Bellas Artes de La Lonja. En esta escuela ingresa con tan sólo 14 años, cuando la edad mínima de los alumnos era de 20. De los ratos pasados en dicho local o como lo definió el pintor Santiago Rusiñol “…hostal, madriguera, museo, taberna, gótica cervecería, lugar de amistad” surge el Picasso más impetuoso que le llevará a descubrir París. Es gracias a la “institución” de Els Quatre Gats que el joven Picasso se introduce en el mundo cultural de la Barcelona modernista, puesto que en esta taberna se reunían pintores, escritores y demás personajes inquietos del momento. Allí conoce a pintores como Isidro Nonell, Ramón Casas, Utrillo, Santiago Rusiñol y al escultor Julio González, entre muchos otros. A principios de 1900 y sin mucha repercusión, pues no se conserva ni el catálogo, Picasso realiza su primera exposición individual en la Sala Gran de este local de la calle Montsió. La muestra estuvo formada por una serie de retratos en carbón y pluma sobre papel y por dibujos, algunos coloreados, de las personalidades que lo frecuentan. También allí, se hace amigo de Jaime Sabartés, quien lo acompañará como amigo y secretario a lo largo de toda la vida y, sobre todo, de Carlos Casagemas, cuya muerte dio lugar a la etapa que nos ocupa.

Con todo lo aprendido de los intelectuales catalanes y lo mucho que le queda por aprender, en octubre de 1900, Picasso viaja, por primera vez, a París, junto a sus amigos Carlos Casagemas y Manuel Pallarés con motivo de la Exposición Universal. Atraído por el ambiente bohemio de las calles parisinas, el artista repetirá varias veces el trayecto Barcelona-París, hasta que en 1904 se instalará definitivamente en la capital francesa. En esta primera aventura, los tres amigos comparten un estudio alquilado en el 49 de la calle de Gabrielle, muy cerca de Montmartre. Durante esta visita inicial, el pintor consigue su primer contrato gracias al marchante catalán Pere Mañach quien le ofrece 150 francos mensuales por todos los cuadros de un año y lo pone en contacto con la galerista Berthe Weill. Allí pinta obras tales como Le Moulin de la Galette (1900) y se gasta gran parte del salario en eternas visitas al Museo del Louvre, impregnándose de la obra de Degas, Gauguin, Van Gogh y Toulouse-Lautrec.
El 20 de diciembre Picasso y Casagemas regresan a Barcelona y pasan juntos el fin de año en Málaga. El mal de amor y las continuas borracheras de Casagemas separan a los dos amigos y Picasso se traslada a Madrid. No podía imaginar, el artista malagueño, que ya no volvería a ver a su amigo, quien, el 17 de febrero de 1901, después de intentar matar a su amante Germaine, una bailarina del Moulin Rouge, se suicidó en el café L’Hippodrome, del Boulevard Clichy. Este trágico suceso se considera el hecho que dio lugar a la denominada Etapa Azul de la obra pictórica de Picasso, marcada por las tonalidades azules, el blanco opaco y el gris.

En mayo de 1901, Pablo vuelve una vez más a París y se establece en el número 130 del Boulevard Clichy, donde Casagemas solía tener su estudio. Entre junio y julio del mismo año, Picasso realiza una exposición conjunta en la galería de Vollard que le posibilita conocer al poeta Max Jacob. Aquel invierno pinta Autorretrato.

En 1902, Picasso viaja a Barcelona y rompe su relación con Mañach. Por otro lado, la galería de Berthe Weill expone del 1 al 15 de abril obras de Lemaire y Picasso, quien vuelve a París en octubre con Sebastià Junyer y muestra, por primera vez, sus pinturas azules del 15 de noviembre al 15 de diciembre, en una exposición colectiva organizada, de nuevo, en esta galería.

En enero de 1903 Picasso vuelve a Barcelona y, en la primavera, empieza el cuadro La vida, con el que recupera la figura de su amigo Casagemas como protagonista de la composición artística. La vida resume la mayor parte de los temas y la atmósfera de la Época Azul: el pesimismo nihilista, desplegado durante su formación en Barcelona, se agrava por las penalidades materiales y personales que sufre en estos años. La soledad de los niños, la miseria de pobres, mendigos y ciegos están descritos ampliamente en los cuadros de ese momento junto a la presentación de tristes figuras de indigentes. Las Dos hermanas (1902), La tragedia (1903), Pobres a orillas del mar (1903), El viejo guitarrista ciego (1903) y La Celestina (1904) se cuentan entre las primeras obras maestras de Picasso.

En abril de 1904, el malagueño viaja por última vez desde Barcelona a París, instalándose definitivamente en una habitación del número 13 de place Ravignan, en un edificio conocido como Bâteau Lavoir (Barco–Lavadero), bautizado así por Max Jacob, con quien Picasso comparte habitación Como la estancia sólo disponía de una cama, Picasso dormía de día y pintaba por la noche, mientras Jacob seguía su bohemio y ajetreado ritmo de vida. En esta época, se relaciona con los catalanes Canals y Manolo Hugué y conoce a Fernande Olivier, que se convertiría en su primera compañera sentimental oficial hasta 1911.

En 1905, establece amistad con los prestigiosos coleccionistas estadounidenses Levy y Gertrude Stein, en cuya casa conoce a Henri Matisse, quien junto a Georges Braque y Juan Gris suelen frecuentar el taller de Picasso. También conoce a Guillaume Apollinaire, André Salmon y al coleccionista ruso Schtoukine, suponiendo estas influencias un cambio en su paleta hacia los tonos rosas y rojos, con argumentos circenses, centrados en acróbatas pensativos, jóvenes sobre caballos y payasos en actitudes serias. Es la denominada Etapa Rosa de Picasso que precederá al Cubismo.

Son estos cuatro años (1901-1904) los que enmarcan el estilo pictórico denominado Época Azul a causa del uso, casi exclusivo, de la paleta azul en sus cuadros. Los contactos con galeristas como Berthe Weill o Ambroise Vollard no suponen un éxito inmediato, pero Picasso forja, en estos años, un estilo personal que supone una ruptura con los colores brillantes de la época anterior y una profundización en su particular visión del estilo de El Greco, sumada a las influencias tanto de Isidre Novell como las de Van Gogh, Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin y Émile Bernard. El azul frío ocupa progresivamente todos sus lienzos para crear una atmósfera de tristeza y aflicción acorde con los temas que predominan en el período azul y los personajes marginales de estas pinturas, representados en extremada delgadez y mediante líneas rectas.

¿Cuál es la razón de este tipo de pintura? No me detendré en elucubraciones, que las hay y muy diversas, pero sí he de hacer referencia a una que es indiscutible. Como ya he apuntado, el comienzo de esta etapa se vincula con la conmoción que provocó en el genio malagueño el suicidio de su amigo Carlos Casagemas. El dolor que Picasso lleva dentro como consecuencia de la muerte de su gran amigo le lleva a pintar el magnífico cuadro alegórico Evocación-El entierro de Casagemas (1901), que da comienzo a esta etapa pictórica, el doloroso y triste período azul. El propio Picasso llegó a decir que la desaparición de su mejor amigo probablemente cambió el rumbo de su vida, pues aquella tragedia le impresionó extraordinariamente y son numerosos los cuadros en los que homenajea a su compañero como, por ejemplo, en la obra La vida (1903) en la cual Casagemas aparece como la figura principal en lugar del autorretrato del pintor malagueño, tal y como era la intención inicial, si nos regimos por los bocetos previos.

La muerte de su mejor amigo, unido al poco éxito que tenía como pintor, y, en consecuencia, a la pobreza, nos sirven para justificar el empleo del color azul, ese azul frío que hace de vehículo para expresar los sentimientos de pena y de dolor, desesperación y miseria, soledad y abandono que azotan a Picasso, en esos años. Otro aspecto que se podría discutir es si la fría visión azul de esta fase picassiana va más allá de la pena y el dolor personal y se convierte en una vía de mitificación de la pobreza, de la miseria. Este ensalzamiento del mundo miserable de principios del siglo XX puede ser otro de los motivos por el cual la obra de Picasso nos muestra hambrientos, mendigos, prostitutas, ciegos, alcohólicos y demás personajes descarnados, tiñendo de azul sus alargados cuerpos, siguiendo el estilo de El Greco.

Antes de seguir profundizando en esta etapa del artista, creo que es justo comentar que, a pesar de lo que he descrito, no se puede decir que toda, completamente toda la Época Azul de Picasso sea una expresión del dolor y la angustia humana. Hay algunos momentos en los que, excepcionalmente, hace los retratos de algunos de sus amigos, como los de Jaime Sabartés, Joaquín Mir o Sebastià Junyer e, incluso, realiza algunas representaciones de escenas de sus primeros viajes a París y hasta encontramos alguna naturaleza muerta. No obstante, como he expuesto, estas obras son excepciones.

Tras presentar los acontecimientos vitales que forjaron la personalidad y la obra de Pablo Picasso correspondientes a la Etapa Azul, considero que el modo más acertado de exponer sus características es a partir del análisis de algunas de las obras más representativas de la corta pero fructífera, significativa y llena de matices Época Azul. Así que podemos empezar por la obra que dio paso a todas las demás. Me refiero a Evocación-El entierro de Casagemas, (1901).

A raíz del suicidio de su gran amigo y compañero de trabajo en París, Carlos Casagemas, Picasso decide hacerle un cuadro que evoque su entierro con gran dignidad por lo que lo titula Evocación-El entierro de Casagemas (1901). Tal vez voy a decir algo que suscitará discusión, pero este cuadro siempre me ha recordado a la obra El entierro del conde de Orgaz (1586/1588) de El Greco, sólo que en una versión absolutamente profana y acorde con la vida bohemia del París de los primeros años del siglo XX. Si nos fijamos en las estructuras de ambas obras, observaremos que son muy similares: el espacio del cuadro está dividido en dos partes que representan el cielo, donde ha ascendido el alma del difunto y la tierra, donde permanece el cuerpo. Hasta aquí las similitudes porque todo lo demás es absolutamente opuesto en los dos cuadros. El cuadro de El Greco es tremendamente religioso, mientras que la obra de Picasso es tremendamente profana. En éste no hay ángeles rodeando el alma del muerto, sino que en su lugar aparecen varias prostitutas, algunas desnudas y otras sólo vestidas con unas medias, que despiden al caballo que se lleva el alma del difunto. El cuerpo es custodiado por sus compañeros de la Bohemia.


El Greco, El entierro del conde de Orgaz, 1586/1588


El Greco, El entierro del conde de Orgaz, (1586/1588).


Este es, sin duda alguna, un cuadro en el que la tragedia se une a la alegoría de la vida. Es palpable la huella que dejó la muerte de su amigo en el alma del pintor y cómo el sentimiento de desesperación domina, en una gran parte, los cuadros de la Época Azul.

Seguimos en nuestra exploración por la Etapa Azul con la tela Pareja de pobres, conocido también como La pareja, cuadro pintado en Barcelona en 1903 en el que el patetismo queda claramente representado con un dibujo severo, con unos personajes casi descarnados en los que resaltan sobre todo los rasgos angulosos y alargados de la cara y las manos del hombre que ocupa el primer plano. Los personajes presentan unas figuras de rostros, brazos, dedos y troncos estilizados, larguísimos que de nuevo evocan los cuadros de El Greco que, por otra parte, sabemos tuvo una gran influencia en el pintor malagueño cuando éste estudiaba en Madrid. Las figuras mantienen las cabezas dobladas, mirando hacia abajo con un deje de melancolía o resignación y con los ojos cerrados como suelen aparecer muchos de los personajes de los cuadros de la Época Azul picassiana. Existe otra versión de esta obra, con el mismo título, un tanto más amable.

Y para acabar con esta rápida serie de cuadros analizados he escogido El viejo guitarrista ciego (1903). Aquí, con una ambientación en azul oscuro y con un fondo plano y simplificado, el artista nos muestra la figura melancólica y también estilizada de un hombre con el pelo y la barba blancos, que toca una guitarra sin mirarla. De nuevo, la mirada se dirige al suelo y el cuerpo está doblado mientras las piernas, casi esqueléticas, están cruzadas. También las manos aparecen huesudas. El patetismo del cuadro es evidente pero, a pesar de ello, el personaje tiene una cierta majestuosidad.

El tema de la ceguera parece ser una obsesión en Picasso, sobre todo en esta fase de su pintura ya que también es ciega La Celestina (1904), y ciego es el personaje de La comida del ciego (1903), todos ellos de la Época Azul. La insistencia en el tema ha dado lugar a estudios de su obra por parte de James Ravin, del Departamento de Oftalmología de la Universidad de Ohio, y Jonathan Perkins, del Programa de Artes Visuales de la Universidad de Illinois, en EE.UU. La pregunta que nos deberíamos hacer es: ¿cuál es la causa de esa obsesión de Picasso por la ceguera? Algunos estudiosos apuntan a que es posible que se deba al hecho de que su padre iba perdiendo progresivamente la vista.

Y hasta aquí mis explicaciones sobre la etapa más desgarrada del genio de Málaga por falta de más tiempo. De todos modos, les invito a estudiar, indagar y profundizar en esta época marcada por la desgracia, el dolor y los tonos azules.




HISTORIA DEL ARTE EN COLOMBIA


La pintura colombiana correspondiente a la época colonial refleja el poder político español, asentado en las colonias, apoyado, fortalecido y ejercido por la Iglesia católica. Esta vinculación hace que gran parte de las obras giren en torno a las instituciones religiosas católicas, persiguiendo la finalidad de satisfacer las necesidades del culto, de la propagación de la fe y del afianzamiento del poder eclesiástico. Así, la Iglesia se convirtió en el principal cliente y promotor de la producción artística, entendiendo por Iglesia no sólo las jerarquías, los sacerdotes y los clérigos, sino también a todos los creyentes congregados alrededor de las parroquias y/o cofradías.

Indagar en la pintura de este periodo nos lleva a citar la obra de tres Figueroa: Baltasar de Figueroa, el viejo; Gaspar de Figueroa, su hijo; y Baltasar de Figueroa, el joven, destacando Gaspar como maestro de artistas de relevancia. De entre ellos, podemos citar a Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, considerado como el mejor pintor de esa época por muchos colombianos y cuya obra representativa es San José y el Niño (1696).


San José y el Niño, 1696


Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, San José y el Niño, (1696).


Otros artistas distinguidos en ese momento fueron el pintor y grabador José María Espinosa Prieto y el retratista Epifanio Garay, a pesar de desarrollar gran parte de su obra en Panamá.

Tras la independencia de España, en el año 1819, el arte colombiano tuvo poca relevancia y todavía se basaba en lo figurativo. Algunos expertos apuntan como posible explicación a este retraso evolutivo de los estilos artísticos de Colombia a la propia geografía montañosa del país, hecho que no permitió una comunicación continua entre las tendencias creativas que se iban desarrollando en los países vecinos de Sudamérica.

Durante la primera mitad del siglo XX destacan autores como Marco Tobón Mejía, José Horacio Betancur, Santiago Martínez Delgado y Alipio Jaramillo, quienes consiguieron incorporar dinamismo a sus obras. Destacan los murales influenciados por el arte mexicano, aunque con características neoclásicas y del Art Nouveau. Muchos estudiosos coinciden en señalar que el arte colombiano empezó a tener un carácter propio a partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando éste se regenera bajo un nuevo prisma que une los elementos de la cultura y del arte tradicional con los conceptos desarrollados por el arte del momento. Algunos de los artistas más destacados fueron: Ignacio Gómez Jaramillo, de tendencia modernista; Carlos Correa, quien, en su trabajo Naturaleza muerta en silencio (1926), combina la Abstracción geométrica y el Cubismo; Pedro Nel Gómez, que tocó muchos palos de las artes plásticas y cuyo Autorretrato con sombrero (1941) muestra las influencias de Gauguin y Van Gogh, así como las de Cézanne en su Autorretrato de 1949; o José Clemente Orozco, con su serie sobre las Barequeras.


Pedro Nel Gómez, Autorretrato, 1949


Pedro Nel Gómez, Autorretrato, (1949).


En otra línea, cabe destacar a Alejandro Obregón, considerado el máximo representante del Expresionismo romántico, debido a sus pinturas de paisajes nacionales, de la cultura y de la misma sociedad colombiana, mediante el uso simbólico y expresionista de animales como el cóndor; y Fernando Botero, pintor y escultor nacido en Medellín, está considerado, actualmente, como el artista vivo latinoamericano más cotizado a nivel mundial. Botero ha sabido jugar como nadie con el volumen de los cuerpos.


Fernando Botero, Monalisa, 1978


Fernando Botero, Monalisa, (1978).

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